domingo, junio 27, 2010

Néstor Perlongher 1949 - 1992 Argentino












De:
Austria-Hungria
Buenos Aires, 1980


La murga, los polacos

Es una murga, marcha en la noche de Varsovia, hace milagros
con las máscaras, confunde
a un público polaco
Los estudiantes de Cracovia miran desconcertados:
nunca han visto
nada igual en sus libros
No es carnaval, no es sábado
no es una murga, no se marcha, nadie ve
no hay niebla, es una murga
son serpentinas, es papel picado, el éter frío
como la nieve de una calle de una ciudad de una Polonia
que no es
que no es
lo que no es decir que no haya sido, o aún
que ya no sea, o incluso no esté siendo en este instante
Varsovia con sus murgas, sus disfraces
sus arquelines y osos carolina
con su célebre paz - hablamos de la misma
la que reina
recostada en el Vístula
el proceloso río donde cae
la murga con sus pitos, sus colores, sus chachachás carnosos
produciendo en las aguas erizadas un ruido a salpicón
que nadie atiende
puesto que no hay tal murga, y aunque hubiérala
no estaría en Varsovia, y eso todos
los polacos lo saben


El Lugar

Y si la plebe se alza, si los bufones andan solemnes como gatos,
si los bardos se liman las narices, los bordes de las uñas,
las pestañas, y no escriben pavadas; y si las trapecistas
se toman tan en serio su papel que ya no mueren
en cada salto ya no mueren
caen muy de pie, prolijas, sobre un rectángulo de papel glacé
y el domador las reverencia
y apenas la ècuyère se hace penetrar por los caballos, cada vez
con menor dificultad, con más ungüento
y su aliento de chanchos y magnolias ya no lleva a los dedos
(encremados)
a ese lugar abandonado y sucio donde las telarañas papan
liendres
Mas, si cae una piedra, un monolito, y esa laceración retrasa
el paso del carro del olvido, y por más que ningún trepador
quiera ya uncirla, si al menos se la odia
se pasa por su casa, o por las ruinas de lo que fue su casa,
y se arrojan monedas, o estampillas rasgadas con la imagen
de un héroe aborrecido
y no se la saluda en el mercado, pero sí se comentan los
arañazos de los cuervos, y se grazna
y ella escucha el graznido, y ya no se confunde con un ruego,
y sin embargo acude, como novia de luto
a la manera de un museo, tal vez, se la restaura

De todos modos, si
se reparan las picaduras de viruela y se llenan sus tripas
y se le hace imitar su propia voz
y se le ponen cerca ramilletes de conchas, y se la entrega a un
amo, o a un esclavo, y se deja correr el pus por su cabeza,
y encima se la aplaude, o se la pisa
y vienen las amigas y zurcen en su torno las medias e hilan
cuentas

pudiera ella rodar, quizás, trastabillando, sin esa turbulencia
mas acaso con la misma torpeza de anteayer, su aullido
de coyote acorralado, su desmelenamiento
pudiese retomar las graderías donde antaño medró, sacar brillo
a sus grillos y, halando en las mazmorras, se pudiera
escuchar su aspiración de hembra desordenada, obesa
un zumbido de ratas sobre el papel de armar
rearmando su cogollo
y colocada al menos una hez en el lugar del padre
o un amante en el lugar de la hez
o algunos viejos en la chata donde se lavan los pendejos
O una mancha, en ese lugar, un mantelcito
o un decorado de torta de crema y un teatro de títeres
un número
o si se dejara así, nomás, a la intemperie
pero hubiera un tablado y abanicos y se tomara té
y no se hablara de eso, por precaución
o se lo susurrase, con recelo
diciendo que está ahí, que está al caer,
que ya está por venir, que se hizo tarde
y aunque hubiera pierrots y colombinas, cantaridina, ajenjo
en medio de esa fiesta de glorietas, no sé, de invernaderos
es evidente que ella no estaría, ahí, en ese lugar, que no
habría nadie, que nadie sabe nada, que no existe